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Channel: El ojo acromático
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Un disparo: Vidago

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Templete en los jardines de Vidago (Portugal). ©Jesús Risueño Fotografía 2010


Christian Vogt. Fotografías como haikus

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Photographic notes - Chistian Vogt 2003 

Christian Vogt es un fotógrafo suizo, nacido en Basilea en 1946, que tiene en su haber la apreciable cualidad de haber sido capaz de realizar, a partir de los años 70, una destacada carrera dentro del denominado "circuito" del arte contemporáneo, a la par que desplegaba una exitosa actividad "profesional". Y no crean que ese es un logro sencillo, pues hubo una época, más o menos en la última mitad del siglo pasado, en la que lejos de ser la neo-ecléctica sopa cósmica del "todo vale" actual, el universo del arte contemporáneo imponía con rigor férreo sus particulares postulados, expulsando inmisericordemente a aquellos que no los cumplían. Florecieron entonces fotógrafos "artistas" que producían en exclusivo para galerías y grandes ferias de arte contemporáneo en tanto que la actividad de los mejores profesionales era olímpicamente ignorada. Unos pocos, como Vogt, fueron sin embargo capaces de desarrollar carreras paralelas con pleno acierto.
Tras su periodo de formación en la Escuela de Artes Decorativas de Basilea y en Munich, Vogt abrió su propio estudio en su ciudad natal, realizando impecables trabajos para la publicidad e importantes revistas como Time-Life, Du, Camera, Photo y Playboy. Ha recibido en este aspecto gran número de premios y distinciones entre ellos el muy apreciado dentro del mundo profesional Premio Photokina de Colonia.
Paralelamente Vogt inició una actividad artística realizando exposiciones de su obra a partir de 1972. Desde un primer momento quedó claro que al fotógrafo le gusta trabajar por series que elaboran con en el conjunto sus imágenes un discurso conceptual en torno a un tema. Por ello, tomadas aisladamente, las fotografías de Vogt pueden resultar desconcertantes e incluso incomprensibles, aunque si les confieso la verdad, para mí ese es uno de sus grandes atractivos. De esta forma surgieron series como "Nubes" con claras alusiones al surrealismo de Magritte, la serie "Box", en la que fotografió a cincuenta mujeres delante de un fondo neutro, siendo ellas mismas las que decidían como posar con la única condición de que tenían que incluir una caja de madera abierta en la escena, los interesantísimos "Pola-portraits", realizados con cámara instantánea polaroid, la serie "Skin Prints", nétamente conceptual, en la que las modelos muestran mensajes escritos sobre su piel, o las fascinantes series "Views" (recogida en un libro titulado"Spaces") y "Flaxen Diary" (I y II) que desarrollan con una clara orientación minimalista el concepto de lo fragmentario, elaborando imágenes íntimas que descontextualizadas se cargan de una gran carga poética, como si de haikus visuales se tratara.
El sitio web de Vogt es de los que merecen la pena ser visitados. Sí las imágenes que ven a continuación les seducen no duden en acudir a él, allí podrán encontrar una extensa muestra de su obra organizada por series. El enlace, como siempre, al final  del post. Buen domingo amigos.

Skin Prints - Chistian Vogt 2008 
Chorea - Chistian Vogt 1999
Flaxen diary - Chistian Vogt desde 2003 
Flaxen diary - Chistian Vogt desde 2003 
Pola portraits - Christian Vogt 1999
Box serie - Christian Vogt 1999
Box serie - Christian Vogt 1999
Serie "Untitled" - Christian Vogt 1996-2001
Serie "Untitled" - Christian Vogt 1996-2001
Serie "Views"- Christian Vogt 2003
Serie "Views"(2)- Christian Vogt 2003
Serie "Views"(3)- Christian Vogt 2003
Flaxen diary  - Chistian Vogt  desde 2003
Flaxen diary  - Chistian Vogt  desde 2003 
Flaxen diary  - Chistian Vogt  desde 2003 

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Página web: CHRISTIAN VOGT




Un disparo: Después del solpor

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Praia de Hucha. Arteixo, A Coruña.

Después de que se haya puesto el sol quedan aún unos minutos en los que aún se percibe el reflejo del mismo sobre el horizonte, mientras la oscuridad se adueña de la playa. En verano esto es más visible aunque según se acortan los días cada vez es un efecto más tenue. En esos momentos es posible realizar largas exposiciones no muy prolongadas, como esta de tan solo treinta segundos, en las que la cámara capta a la perfección la belleza del instante. Pena que no pueda captar también el hermoso rumor del océano y las gaviotas.

Jacques Henri Lartigue: Mundo flotante, mundo feliz.

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«Desde niño padezco una especie de enfermedad:
todas las cosas que me maravillan se escapan sin que
pueda guardarlas lo suficiente en la memoria»

"Un mundo flotante-Fotografías de Jacques Henri Lartigue" es el título de una esquisita exposición organizada por la Obra Social  "La Caixa" y Gas Natural-Fenosa que desde el pasado 25 de octubre y hasta el próximo 3 de febrero se puede visitar en el MACUF (Museo de Arte Contemporáneo Unión Fenosa) de Coruña y que con anterioridad pudo verse, que recuerde ahora mismo, en  Barcelona, Madrid, Lleida, y Zaragoza. Desconozco cual es el recorrido futuro de la misma, pero si del que esto escribe dependiera no quedaría ciudad en España sin su presencia, de lo cual puede fácilmente deducirse la muy favorable impresión que me causó. Transcribo a continuación un fragmento del catálogo:

«Jaques Henri Lartigue (1894-1986) se ha convertido en uno de los referentes visuales del siglo XX. Nació en Courbevoie, cerca de París, en el seno de una adinerada familia de industriales. Su padre le regaló la primera cámara fotográfica cuando sólo tenía ocho años y, a partir de entonces, comenzó un diario con fotografías y textos breves, que le acompañó durante toda la vida y que constituye un documento extraordinario para conocer el modo de vivir de toda una generación.
Desde niño, Lartigue fue un testigo maravillado de todas las invenciones tecnológicas que revolucionaron la vida del hombre y que transformaron de forma radical los hábitos de la visión. Educado en un ambiente acomodado y ávido de novedades, pronto se sintió atraído por la velocidad y se aficionó a todos los deportes de moda de la época, como las carreras de coches, el vuelo sin motor, el tenis, el esquí o la natación. Parecía poseer una aptitud especial para la felicidad y para disfrutar de la vida con una elegancia despreocupada. No obstante, dotado de una extrema sensibilidad, también tomó conciencia rápidamente de que todo aquello que experimentaba tan intensamente podía desaparecer: la felicidad y la juventud, la luz y la belleza son verdades fugaces. Buscando el modo de retener a toda costa lo que le gustaba descubrió la fotografía, un instrumento ideal y libre que le permitió "conservar" esos días felices y canalizar el paso del tiempo.
La calidad de la mirada de Lartigue sobre el mundo reside tanto en la simplicidad y la gracia con que elegía sus temas como en la conciencia sensible de una repentina relatividad de las cosas... Todo ocurre como si nos liberásemos de la gravedad y el inmovilismo que rigen el antiguo universo para dirigirnos hacia un nuevo mundo más fluido, más veloz, en el que las instantáneas mágicas y los encuadres audaces refuerzan el sentimiento de que, bajo la influencia de una aceleración general, el tiempo se contrae y el espacio se hace realmente elástico.»

Lartigue no fue un profesional de la fotografía, aparte de su participación como fotógrafo en una hoy olvidada película de 1932 su carrera artística siempre se centró en la pintura, hasta que en 1962, a sus 68 años, el azar quiso que algunas de estas imágenes se publicaron en la revista Time. El conservador de fotografía del MOMA John Szarkowski tuvo tal revelación al contemplarlas que le organizó una gran monográfica en 1963 y a partir de ahí recibió un tardío e inesperado reconocimiento. Pero no podemos olvidar que estas instantáneas están tomadas no para la exposición pública sino con el único fin de retener para sí y su entorno más íntimo momentos de placer, diversión y felicidad... es lógico, todos a nuestra manera deseamos hacer lo mismo. Tal vez por eso sea que estas fotografías carecen en absoluto de impostura o artificiosidad y rebosan frescura, alegría y sinceridad. Los que no hemos tenido la suerte de ser agraciados, como Monsieur Lartigue, con el premio gordo en la lotería de la vida podemos, gracias a ellas, compartir aunque solo sea por unos minutos, la ilusión de que la vida podría ser una continuada fiesta, una permanente experiencia excitante y maravillosa cuyo única imperfección es la velocidad con la que se desvanece ante nuestros ojos... Un saludo amigos, hoy más que nunca les deseo un radiante y feliz domingo.



Automóvil  Delage. Gran premio del ACF 1912.
Mi prima Bichonnade. París, 1905.
La cometa de Louis y del señor Hubert Laroze. Rouazart, 1911.
Renée. Carretera de Paris a Aix-les-Bains, 1931.
Hacia las islas. Pierre, Vera y Arlette, Cannes 1927.
Rodaje del film Les Aventures du Roi Pausole Cabo de Antibes, 1932.
Zissou. Rouzart, 1931.
Suzane Lengien. Niza 1921.
Renée. Biarritz, 1930.
Coco en Hendaya, 1934.
Bibi, Arlette e Irene. Tormenta en Cannes- mayo 1929.
Ivonne y Bibi. Royan 1926.
Bibi. Marsella 1928.
Caída de un esquiador. Chamonix 1919.
Gerars y Dani. Royan 1926.
Vera, Villepion, Arlette y Bibi. Cannes 1927.
Bibi, sombra y reflejo. Hendaya 1927.
Jeannine Lehmann. Royan, 1926.
Chou Valton. Playa de La Garoupe, Antibes 1932.
Mary Belewsky. Antibes, 1941.
Renée en la pisciana de la Chambre d'Amour. Biarritz, 1930.
Florette. Paris 1944.
Florette. Paris 1944.




Oleg Babkin. Otra vuelta de tuerca.

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Oleg Babkin es un fotografo ruso especializado en retatos, cuya obra empieza ahora a tener una cierta difusión fuera de su pais, gracias sobre todo a internet, y a que parece que en sus últimos trabajos se suma a la cada vez más creciente tendencia pictoricista imperante en este género. Tras los ejemplos de Hendrik Kerstens, Christian Tagliavini o el propio Pierre Gonnord, que afrontan en sus obras enfoques decididamente deudores de la pintura renacentista y barroca, Babkin apunta a una nueva vuelta de tuerca al formalismo pictórico, aunque de momento con resultados un tanto dispares. por lo que habrá que esperar a observar su evolución definitiva. De entrada, sus últimas obras muestran una composición formal más propias de un pintor de siglos pasados, imponiendo muy estudiadas y en ocasiones afectadas poses a sus modelos y haciendo un uso deliberadamente notorio del retoque, lo que dota a sus fotografías de una textura y cromatismos artificiosos que recuerdan decididamente al acabado de óleo sobre tabla y los resinosos barnices de la pintura antigua. Especialmente destacable es el procesado de los fondos y la cuidada delicadeza empleada en el tratamiento de las manos de las modelos. Siempre se dijo que las manos eran la piedra de toque de los buenos pintores y Babkin parece haberse aplicado al tema. Aguardaremos expectantes a próximas entregas, de momento les voy dejando una serie de imágenes tomadas del portfolio del autor en una página de fotografía rusa. Que ustedes las disfruten.
















James Balong: Extreme Ice Survey, glaciares que agonizan.

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Chasing Ice. © James Balong 2011

Hoy vamos a cambiar un poco de registro. Hay fotógrafos a los que admiramos por el conjunto de su obra. Otros destacan por un determinado trabajo o proyecto que por su calidad o actualidad saltan a los medios y, en ocasiones recogen reconocimiento y galardones. Y a veces ese proyecto toma tales dimensiones e implicaciones que se convierte en la obra reconocible de ese fotógrafo. Tal es el caso de James Balong, fotógrafo norteamericano amante del alpinismo que estos días está siendo muy nombrado en todos los medios de comunicación por su lucha contra el deshielo derivado del calentamiento global.
En la primavera del año 2005 James Balog realizó por encargo un trabajo para National Geographic viajando en torno al Ártico con el fin de obtener imágenes relacionadas con el cambio climático. Si bien, como él mismo declara, en un principio no estaba muy convencido del tema, lo que vió le impresionó tanto que a los pocos meses de acabar este contrato se embarcó en una misión aún más audaz: documentar la desaparición de los glaciares mediante la instalación de una red de 25 time-lapse cámaras (cámaras que se disparan continua y  automáticamente cada cierto lapso de tiempo) en puntos estratégicos de todo el hemisferio norte: Islandia, Groenlandia, Alaska, Nepal, Montañas Rocosas... Este singular proyecto, que recibió el nombre de Extreme Ice Survey, ha funcionado de forma eficiente mostrando la creciente reducción de la superficie helada y los glaciares de Groenlandia, Islandia y Alaska principalmente, como consecuencia del incremento de las temperaturas y de los devastadores efectos de la crioconita, limo negro producido por el impacto de la contaminación atmosférica producida por el hombre pero también por causas naturales como las erupciones volcánicas. Este hielo contaminado de hollín absorbe las radiaciones solares por su color negro y produce la descongelación y ruptura de las placas a su alrededor.
El proyecto de Balong ha impactado a todo el mundo, no solo por la preocupante realidad que retrata sino también por la espectacular belleza de la imágenes. El documental que recoge el duro trabajo con la red de cámaras así como las impresionantes imágenes de los grandes colapsos captados por estas, Ice Chasing, acaba de ganar el premio Sundance 2012 al mejor film documental. Arte y ecología si se dan verdaderamente la mano en esta ocasión. Contemplen las fotografías que he seleccionado de muestra y si les interesan no dejen de visitar las páginas que les dejo, como siempre, el final del post. Un saludo.


Birthday Canyon, Groenlandia. El fondo de crioconita funde el hielo. © James Balong 2009
Hielo fundiéndose en el Glaciar Mendenhall, Alaska. © James Balong 2010
Un estrato de crioconita rompe un iceberg. Ilulissat Isfjor, Groenlandia © James Balong 2007
Icebergs de 60 m de altura. Ilulissat Isfjor, Greenland © James Balong 2007
Grietas por el deshielo al extremo del Mendenhall Glacier, Alaska. © James Balong 2010
Limo negro (crioconita) aflorando al fundirse el hielo. Groenlandia. © James Balong 2008
Ventisquero impactado por ceniza volcánica. Solheimajokull, Islandia. © James Balong 2009
Iceberg fundiéndose, Groenlandia. © James Balong 2009
© James Balong 2007
Bahia de Columbia, Alaska. © James Balong 2008
Capa de hielo en Groenlandia fundiéndose por efecto de la crioconita. © James Balong 2007
Puesta de sol tras un iceberg. © James Balong 2007

James Balong. Islandia 2005.
Enlaces:




Fernando Manso: España mágica

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España mágica © ed. Lundwerg 2012

Pintar con luz es lo que me lleva a mostrar lo más profundo de mis
emociones. La paciencia con la que fotografío paisajes me transporta
más allá de las sensaciones: no siento ni padezco, simplemente espero
el momento para captar lo que quiero transmitir. Reflejos, sombras,
brillos, brumas, nieblas...  en definitiva, la luz que nos hace percibir la
realidad y sus interpretaciones.
Fernando Manso.


Tras su muy comentado y apreciado libro sobre Madrid, que catapultó a su autor desde el práctico anonimato a ser uno de los fotógrafos españoles más populares en estos momentos, la editorial Lundwerg ha completado su oferta con la reciente publicación de un segundo volumen de Fernando Manso, con prólogo del pintor Antonio López y dedicado esta vez a recoger paisajes de diversos puntos de España. Bellos, atmosféricos y románticos paisajes de España.
Señala muy acertadamente Antonio López en el prólogo del libro como la poética que se manifiesta tras la mirada sobre el paisaje de este fotógrafo está impregnada de un espíritu muy similar al del romanticismo alemán y cita concretamente a Friedrich, aunque en mi modesta opinión yo añadiría al alemán los ejemplos de William Turner o incluso John Constable. Como ellos Manso muestra una evolución, bastante patente si se compara este libro con el anterior, en la que sus imágenes se adelgazan progresivamente de formas para cargarse de luz. Dicho de otro modo, se detecta un gusto creciente por suavizar los rotundos volúmenes para enfatizar los aéreos efectos de la atmósfera en movimiento y a  la par el tratamiento de la imagen evoluciona hacia una textura y armonía cromática más y más pictóricas, como si su autor pretendiera pintar delicadas acuarelas con la cámara. Contemplando su obra se intuye, como en los buenos cuadros románticos, al hombre ensimismado ante la naturaleza, atrapado entre las grandes masas de vapor que se arremolinan en la atmósfera, el enigma que se oculta en la profundidad de los lagos o de la realidad que se difumina entre la niebla, la fría y melancólica serenidad que imponen los parajes cubiertos de nieve, el pasmo arrebatado ante la sobrehumana fuerza del mar... Como en los pintores románticos, el misterio y la desconcertante belleza de las formas de la naturaleza bajo la cambiante luz se convierte en protagonista, dejando la figura humana, en los pocos casos en que aparece reducida a un segundo plano.
No les canso más, contemplen las imágenes que les ofrezco de ejemplo a continuación y si tienen tiempo compárenlas con las de su anterior libro, Madrid (tienen un enlace al final del post). A mi modo de ver la evolución es clara, Fernando Manso se muestra fiel a su objetivo confeso de "pintar con luz" y esto decantará de forma inevitable aún más la opinión del espectador ante su obra. Es este un fotógrafo ante el cual cada vez queda menos resquicio para la indiferencia o la tibiedad, o lo amas o lo odias. Demasiado bonito para estos tiempos, anacrónico incluso, dirán algunos, y en cierto modo no les faltará razón. Yo por mi parte hace ya tiempo que me liberé de los prejuicios de la crítica y si les confieso que tanto Turner como Friedrich están entre mis pintores favoritos, no creo que sean necesarias más pistas sobre mi opinión. Un saludo amigos, feliz Navidad a todos y disfruten de estas imágenes sin complejos. Les dejo por último unos párrafos seleccionados del prólogo:

«Fernando Manso no cumple con el estereotipo del fotógrafo, su disposición supera lo corriente y siempre busca algo excepcional. Desde su objetivo, ofrece detalles extraordinarios como solo puede hacerlo la fotografía, y eso es de una importancia enorme.»
«A veces en la naturaleza hay horas especiales donde ocurren cosas que no estamos acostumbrados a ver, lo inusual, el instante donde se produce una revelación, y es en esos instantes donde -como muy pocos creadores y de forma muy personal- trabaja Fernando Manso.»
«Hay muchas formas de representar la luz, y sus fotografías me recuerdan a Caspar David Friedrich, están tocadas por ese espíritu evocador del romanticismo alemán, su templanza, que concilia el tumulto del idealismo con una armonia y serenidad bellisimas»
Antonio López


Playa de San Martín
San Vicente de la Barquera
Sevares, Asturias.
Cañón de Cazorla.
Barcas en Riaño.
Santa María del Naranco. Oviedo.
Playa de la Espasa. Asturias.
Playa de Gerra
Cala Carbón, Almeria.
Riaño.
Abedules. Beret
Asturias.
Boca de Huérgano.
Garralda. Navarra.

Post relacionado:




Vadin Stein, From Russia with Love.

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Vadin Stein. Untitled 2009.

Para finalizar el año me van a permitir ustedes la pequeña broma que supone el título de este post, inspirado en la famosa película de 007, y al que he recurrido porque dada mi absoluta incapacidad con el alfabeto cirílico es muy poco, de momento, lo que puedo contarles de este excelente fotógrafo, hallado por feliz coincidencia en Internet, del que sí conocemos dos datos ciertos, a saber: que vive y trabaja en Rusia y que considera conceptos como el amor y la muerte esenciales para el entendimiento de su obra.
Aunque en realidad si conocemos algún dato más. Vadin Stein nació en Kiev, la capital de Ucrania, en 1967, o sea que nació siendo ciudadano de la extinta Unión Soviética por pleno derecho. Se educó como escultor y restaurador y de 1985 a 1992 trabajó en el Theater of Plastic Drama de Kiev como actor y diseñador de iluminación. Tras abandonar el teatro realizó trabajos de escultura decorativa y diseño gráfico (estos soviéticos le daban a todo), empezando entonces a tomar fotografías para ayudarse en su trabajo. Lo siguiente que sabemos de él es que en la actualidad vive en San Petesburgo, Rusia, donde trabaja como fotógrafo, escultor y escenógrafo. Define su propio trabajo con las siguientes palabras: "Resolviendo el problema estético descubro muchas cuestiones éticas. Para mí cosas como el amor y la muerte se revelan a través de la categoría estética de belleza, la preculsora de la ética."
Contemplando las increíblemente bellas imágenes de este artista se respira por los cuatro costados su formación teatral y escultórica. Iluminaciones perfectas para bellas composiciones donde modelos de perfectos cuerpos adoptan poses en ocasiones inverosímiles para el común de los mortales (se nota y mucho que son profesionales de la danza) y juegan con elementos accesorios como cajas, bolas de cristal, cráneos de animales, instrumentos musicales o tejidos elásticos en los que envuelven sus cuerpos a la búsqueda de nuevas formas. Todo ello con una perfección técnica y una delicadeza en el tratamiento del desnudo humano que realmente impresionan. En el lado negativo de la balanza no podemos dejar de observar una más que evidente influencia de otros fotógrafos que ya han realizado trabajos muy similares, como Andreas Bitesnich, André Brito, George Holz o Christian Vogt entre otros. Observen por ejemplo la fotografía "R" que abajo les muestro y podrán comprobar que es pácticamente un calco del famoso desnudo que sirvió a Andreas Bitesnich como portada para su libro "Nudes" (pueden hacer clic aquí para comprobarlo). Y la presencia solitaria de la caja recuerda también muy sospechosamente la conocida serie Box de Christian Vogt. Claro que como dijo Eugenio D'ors en arte todo lo que no es tradición es plagio, o dicho de otra forma más suave, todos los grandes artistas comienzan influenciados por la obra de otros. De hecho a los muy reconocidos fotógrafos mencionados anteriormente también se les podría haber echado en cara en su momento la alargada sombra de Robert Mapplethorpe, ustedes ya me entienden... así que vamos a esperar el paso del tiempo y observar atentamente la evolución de este artista que, de momento, apunta alto. Ya que un año más el caviar no va a hacer acto de presencia en mi cena de fin de año, deleitémonos con esta autentica delicatessen rusa que la red nos regala. Feliz año nuevo amigos.


Vadin Stein. Untitled 2009.
Vadin Stein. Untitled 2009.
Vadin Stein. Untitled 2009.
Vadin Stein. Untitled 2009.
Vadin Stein. Untitled 2009.
Vadin Stein. Untitled 2009.
Vadin Stein. Untitled 2009.
Vadin Stein. Untitled 2011
Vadin Stein. Untitled 2011
Vadin Stein. Untitled 2011
Vadin Stein. Untitled 2011
Vadin Stein. "R", 2012
Vadin Stein. Untitled 2012
Vadin Stein. Untitled 2012
Vadin Stein. Untitled 2012
Vadin Stein. Untitled 2012
Vadin Stein. Untitled 2012
Vadin Stein. Untitled 2012
Vadin Stein. Untitled 2012
Vadin Stein. Untitled 2012
Vadin Stein. Untitled 2012
Vadin Stein. Untitled 2012
Vadin Stein. Untitled 2012
Vadin Stein. Untitled 2009.
Vadin Stein. Untitled 2012
Vadin Stein. Untitled 2009




Un disparo: Horizonte luminoso.

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Islas del monte de San Pedro, Océano Atlántico, Coruña. 
Después de un día tormentoso y negro surgió un sol dorado en el horizonte iluminándolo todo en pocos instantes, poniendo calidez donde antes no había sino un frío desolador. Este año que se nos acaba de ir ha sido terrible, dicen que el que entra será igual de malo si no aún peor... No perdamos la esperanza amigos, el sol puede aparecer en cualquier momento y transformarlo todo como en este paisaje. Feliz Año Nuevo.

Henri Cartier-Bresson: ¿De quién se trata?

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"Fotografiar es colocar la cabeza, el ojo y el corazón en la misma línea"

"La vida es fluida y a veces las fotos desaparecen y no hay nada que puedas hacer.
 No puedes decirle a alguien: ey, por favor, sonríe de nuevo y vuelve a poner ese gesto.
 La vida ocurre sólo una vez, para siempre"
HCB.

Tentado estoy de no decir ni una palabra. Se ha hablado y escrito tanto y tan sesudamente sobre Henrí Cartier-Bresson, sobre su teoría del "instante decisivo", sobre su papel en el fotoperiodismo (del que él renegó en sus últimos años), sobre su imborrable influencia sobre las posteriores generaciones de fotógrafos... que cualquier cosa que aquí pueda añadir se me antoja de lo más innecesario. Quien quiera ampliar conocimientos sobre HCB no tiene más que teclear su nombre en cualquier buscador y recibirá una ingente avalancha de información sobre su vida, obra y significado.
Hay sin embargo una reflexión que si me apetece hacer, con permiso de ustedes, mis pacientes y muy apreciados lectores. Ya en el post que dediqué a sus retratos declaré públicamente que de entre todos los maravillosos fotógrafos a los que admiro, Cartier-Bresson es, con diferencia, mi favorito. Desde luego, no soy el primero ni el único en sentir semejante admiración, somos muchos los que sentimos lo mismo y la sencilla pregunta es ¿por qué? ¿Qué tienen estas fotografías en blanco y negro, sacadas con una pequeña cámara Leica, que no tengan otras? Hay, como les digo sesudos estudios intentando explicar este fenómeno, alguno de ellos incluidos en este libro, que hablan de la geometría oculta tras las imágenes, de la capacidad de detener el tiempo o de captar el alma de los sujetos retratados, del instante exacto del disparo que sintetiza en una imagen historias y situaciones humanas evocadoras, a veces complejas y desgarradoras, a veces simple pero deliciosamente anecdóticas (estoy pensando por ejemplo en la fotografía de la Brasserie Lipp que pueden ver a continuación)... Sin duda todos ellos tienen razón, pero mi particular visión es mucho más simple y, lo tengo muy claro, la palabra clave es vida. Para mí, las fotografías de HCB son las más vivas que hasta el momento conozco, me transmiten la sensación de estar en ese sitio, junto al fotógrafo, viviendo una experiencia irrepetible como no lo hace ninguna otra. No se puede desprender desde una imagen más alegría de vivir que la del orgulloso niño que regresa a casa por la calle Mouffetard de París, cargado de dos grandes botellas de vino tinto, suponemos que para su padre. Ni más placidez o pereza que la que desprenden las dos orondas parejas que sentadas sobre la hierba de espaldas al fotógrafo contemplan pasar las aguas del rio Marne en una tarde de domingo, mientras el bigotudo caballero del sombrero se sirve un último vaso de vino. Por no hablar de la tremenda presión que sentimos al contemplar la fotografía de los infortunados chinos que en una infernal cola luchan por recibir unos gramos de oro a cambio de sus ahorros perdidos por la devaluación salvaje de la moneda... o la complicidad entre pícara y curiosa con la que las dos prostitutas mejicanas observan al joven y apuesto francés que, incomprensiblemente para ellas, se dedica a sacarles fotografías, en una época en la que esto era aún un exótico lujo reservado a la gente rica o los acontecimientos importantes... Así una detrás de otra, podríamos ir narrando la impresión que nos causan las cerca de seiscientas fotografías que reúne este libro porque todas y cada una de ellas son pequeñas ventanas que esconden tras de sí un preciado tesoro, un pequeño retazo de vida. HCB dijo en una ocasión que la fotografía era un arte imposible de aprender. Creo que se refería a que la habilidad de saber disparar el obturador en el momento exacto, quizás el don más apreciado por un fotógrafo, era para él un don innato. Desde luego que lo tenía  y en un grado tan elevado que lo situaba al otro lado de la linea que separa a los genios del resto. Claro que por otra parte y parafraseando a Picasso, de poco sirve la inspiración genial si cuando viene no encuentra al genio trabajando, y HCB unió a su don una generosa dosis de concienzudo esfuerzo y dedicación, pateándose durante largos años el mundo en busca de imágenes. Y a esforzarse si se aprende...
En conclusión, si no tienen ningún buen libro de Cartier-Bresson, háganse un favor y regálense uno, este por ejemplo es excelente, pero no es el único. Cuando se sientan en uno de esos momentos grises que todos conocemos, arrellánense en el sofá y ábranlo...  el milagro fascinante de la vida desfilará ante sus ojos. ¿Se puede pedir más?



Prostitutas en la calle Cuauhtenocztín, Ciudad de México. Henri Cartier-Bresson 1934.
México. Henri Cartier-Bresson 1934.
Calle Cuauhtenocztín, Ciudad de México. Henri Cartier-Bresson 1934.
Dieppe, France. Henri Cartier-Bresson 1926.
Hyeres, France. Henri Cartier-Bresson 1932.
Detrás de la estación de Saint Lazare, París. Henri Cartier-Bresson 1932.
Bruselas. Henri Cartier-Bresson 1932.
Alicante. Henri Cartier-Bresson 1933.
Madrid. Henri Cartier-Bresson 1933.
Niños jugando en la calle. Sevilla. Henri Cartier-Bresson 1933.
Domingo a orillas del río Marne, Francia. Henri Cartier-Bresson 1938.
Harlem, New York. Henri Cartier-Bresson 1947.
Pekin. Henri Cartier-Bresson 1948.
Cola para recibir 40 gr de oro por persona, distribuidos por el Kuomintang a causa del hundimiento del valor del papel moneda. Hubo diez muertos. Shanghai. Henri Cartier-Bresson 1948.
Srinagar, Cachemira. Mujeres musulmanas orando en la ladera del Hardi Parbal, mientras el sol se pone tras el Himalaya.
Henri Cartier-Bresson 1948.
Reparto de bolas de azucar entre los pobres con motivo del cumpleaños
del marajá de Baroda. India. Henri Cartier-Bresson 1948.
Preparación de las jóvenes para la danza. Bali, Indonesia. Henri Cartier-Bresson 1949.
Abruzzo, Scano.  Italia. Henri Cartier-Bresson 1951.
Paris, Rue Moufettard. Henri Cartier-Bresson 1952.
Paris. Henri Cartier-Bresson 1953.
Moscú. Cantina de trabajadores de la construcción del hotel Metropol. Henri Cartier-Bresson 1954.
Michigan, USA. Henri Cartier-Bresson 1960.
Isla de Siphnos, Grecia. Henri Cartier-Bresson 1961.
Mujeres extendiendo sus saris al sol. Ahmedabad, India, Henri Cartier-Bresson 1966.
Las piernas de Martine. Henri Cartier-Bresson 1967.
Brie, Francia. Henri Cartier-Bresson 1968.
París. Henri Cartier-Bresson 1968.
Brasserie Lipp, París. Henri Cartier-Bresson 1969.
Georgia, URSS. Henri Cartier-Bresson 1972.
Fortaleza de Pedro y Pablo, junto al río Neva. Leningrado. Henri Cartier-Bresson 1973.
Rumanía, en un tren. Henri Cartier-Bresson 1975.
Martine. Henri Cartier-Bresson 1975.
Henri Cartier-Bresson fotografiado por su esposa Martine Frank en su casa de París, 1992.
Alpes de Haute, Provence cerca de Cereste. Henri Cartier-Bresson 1999.




La mítica primera cámara Leica que HCB compró en Marsella en 1932,
 con la que haría muchas de sus primeras obras maestras de la
fotografía del siglo XX.




Puede que le interese también:
CLIC AQUI



Ed Freeman: Architecture.

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Como la vida está hecha de contrastes hoy vamos a ver una obra radicalmente diferente de la del post anterior y nuestro particular ojo va a ser menos acromático que nunca, ya que las imágenes de Ed Freeman en general, y las de esta serie dedicada a la arquitectura en particular se nos presentan plenas de vivos colores.
Ed Freeman es un norteamericano proveniente del mundo de la música pop en la que hizo una exitosa carrera como manager en los años 70 y 80 (incluido el último tour americano de los Beatles). Posteriormente inició una particular trayectoria como fotógrafo en la que últimamente ha conseguido despuntar gracias a sus dos series dedicadas a la arquitectura (Desert Realty y Urban Realtly) que han sido objeto de publicación y de las cuales les presento una selección.
Las fotografías de Freeman, de gran formato y colores áltamente saturados son una amalgama extraña entre fotografía directa y manipulación infográfica más allá de cualquier complejo, lo que nos podemos imaginar que pondrá de los nervios a más de un entendido purista de esos que al oír la palabra photoshop sufren repentinos ataques de erisipela, pero ya saben ustedes que ese no es el espíritu de este blog. Las fotos de los edificios, en ocasiones abandonados y en estado de creciente ruina, perdidos en medio de la nada en el desierto de California o en anónimos escenarios urbanos, son meticulosamente retocadas y modificadas de forma sustancial, despojando la forma arquitectónica principal de su original fondo que se reemplaza por un entorno impecable. Planos lisos de colores irreales más propios de una ilustración, fondos de abigarrados y geométricos rascacielos que más bien parecen telones escenográficos y cielos perfectamente a juego, en ocasiones planos y coloridos, en ocasiones tenebrosos y profundos hacen su artificiosa aparición dotando, por contraste, de un más acusado protagonismo al primer plano. Las imágenes resultantes, un punto kitsch e inquietantes bordean una línea muy fina entre credibilidad y la fantasía, entre el documento fotográfico fiel y una interpretación pictórica que oscila entre el pop y un cierto expresionismo. El grafísmo, pretendidamente postmoderno, con su toque naif e ingenuo no puede esconder influencias perennes en el arte americano, como Edward Hopper (un pintor por cierto de formación fuertemente europea) o Norman Rockwell (este si que más americano que la propia Coca-cola). Pero, sin ánimo de rizar el rizo, el uso de la ruina, las formas arquitectónicas abigarradas y plenas de detalle e incluso las visiones de las autopistas elevadas cargadas de innegable dramatismo espacial pueden llegar a evocar un cierto espíritu barroco y piranesiano (eso sí, de un Piranessi díscolo, pero divertido) o , como no, la influencia del expresionismo alemán de Fritz Lang en Metrópolis. Todo ello mezclado con un decidido sabor a road movie, sin duda reflejo de sus años vividos por las carreteras americanas junto a las estrellas del pop.   En todo caso me ha parecido una obra interesante que merece la pena ser conocida, pero concluyo con mi consejo de siempre: miren sin prejuicios, si les atrae lo que ven, al final les dejo un par de enlaces para que puedan contemplar más de su obra. En caso contrario olviden este post y nos vemos la siguiente semana con algo, les prometo, radicalmente distinto. Un saludo.


Desert Realty.Architecture ©Ed Freeman

Boyle Hgts. Architecture ©Ed Freeman

Bob's Burger. Architecture ©Ed Freeman

Dave's. Architecture ©Ed Freeman

Corn Dog. Architecture ©Ed Freeman

Gas Station. Architecture ©Ed Freeman

Desert Realty. Architecture ©Ed Freeman

Desert Realty. Architecture ©Ed Freeman

Freeways. Architecture ©Ed Freeman

Freeways. Architecture ©Ed Freeman

Pizza Hut. Architecture ©Ed Freeman

Abandoned Gas Station. Architecture ©Ed Freeman

Burger. Architecture ©Ed Freeman

Factory. Architecture ©Ed Freeman

Playground. Architecture ©Ed Freeman

Parish House.Architecture ©Ed Freeman

Movie Theater. Architecture ©Ed Freeman

Rally's Burger. Architecture ©Ed Freeman

Por último les dejo una imagen perteneciente a otra serie distinta (Underwater) y un link directo a su web por si se animan:   www.edfreeman.com/

Underwater ©Ed Freeman

Bruce Weber. Retratos de la fama.

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Madonna 1986 ,by Bruce Weber.

Descubrí al fotógrafo norteamericano Bruce Weber (Pensilvania, 1946) gracias a su faceta como cineasta, pues es el director y guionista entre otras de Let´s Get Lost (1988) un fascinante y demoledor documental sobre la vida y obra del trompetista Chet Baker. Si no lo han visto aún les conmino a que suplan tal carencia a la mayor brevedad posible, ya que es sin duda uno de los mejores biopics que se hayan rodado nunca. El caso es que al interesarme por la obra del para mí desconocido director pronto pude comprobar, una vez más, que mi ignorancia es enciclopédica ya que Bruce Weber es uno de los fotógrafos más reconocidos y afamados en el mundo de la moda y la publicidad, cuya obra ha marcado un hito. Suyas son por ejemplo las famosas campañas publicitarias de Calvin Klein que a finales del pasado siglo llenaron las vallas publicitarias y revistas de todo el mundo con la imagen de Kate Moss en compañía de unos jóvenes y  atléticos efebos que en un perfecto blanco y negro lucían el  depurado y novedoso diseño underwear bajo unos increíbles abdominales que hicieron las delicias de ellas y el suplicio (por comparación) del resto.
Pero siendo su obra publicitaria muy importante no me lo parece menos su labor como retratista. Bruce Weber tiene un extraño don para el retrato que, más allá de la apariencia física añade un plus a la personalidad que el retratado proyecta a través de su imagen. Sus retratos, de personajes muy famosos, pues es ese el mundo en que se desenvuelve por su actividad profesional , captan posturas, actitudes y gestos que nos condensan en una única imagen la esencia de su personalidad, de forma directa y eficaz. Madonna se besa a sí misma ante un enorme espejo demostrándonos que se admira más que nadie en el mundo... River Phoenix, en la cumbre de una ola de popularidad que le llevaría a la muerte prematura se oculta seductor y esquivo detrás de sus propias manos...  Marion Cotillard, la bellísima Marion Cotillard, se arrellana con un libro en el sofá en un coqueto gesto intimo y mimoso... Kate Blanch, cruzada de piernas y con una sencilla blusa blanca lanza al vacío su inteligente mirada, más segura que nadie de su propia capacidad de irradiar ese irresistible glamour que solo algunas estrellas poseen... o Matt Damon hacen un gesto simple mientras pone cara de simple, y otro tanto podríamos decir de Kate Moss. Contemplen por contra el retrato de Chet Baker que les dejo al final del post y pregúntense si es posible condensar mejor en una sola imagen el sentimiento de soledad, amargura y autodestrucción del genio que la película destila lentamente durante sus dos horas de metraje. En todos los casos los personajes aparecen retratados en el sentido profundo del término, de forma implacable y transmitiendo lo que en esencia significan dentro de ese particular mundo de la fama, y eso, créanme, es un logro que más allá de la perfección técnica y compositiva muy pocos fotógrafos alcanzan. Bruce Weber lo logra, y especialmente cuando retrata en blanco y negro, aumentando la concentración psicológica sobre el sujeto. Una vez más se hacen buenas las palabras de Martine Franck: el color es una fiesta para los sentidos, pero el blanco y negro lo es para el espíritu. Un saludo amigos.


River Phoenix by Bruce Weber.

Sean Penn by Bruce Weber.

Iggy Pop by Bruce Weber.

Andy Garcia by Bruce Weber.

Marion Cotillard. 2010 by Bruce Weber.

Marion Cotillard. 2010 by Bruce Weber.

Madonna 1986 by Bruce Weber.

Christian Bale by Bruce Weber.

Natalie Martinez by Bruce Weber.

Kate Moss 1997 by Bruce Weber.

Kate Moss 1998 by Bruce Weber.

Ian McKellen  by Bruce Weber.

Kate Blanch by Bruce Weber.

Matt Damon by Bruce Weber.

Matt Dillon by Bruce Weber.

Chet Baker. Let's Get Lost, 1988. Bruce Weber.



Y por último les dejo un enlace donde pueden ver completo:


Susanna Majuri. Agua mágica.

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«El agua es color. Resplandor y profundo color verde oscuro. Mi reto es
ver la realidad desde una perspectiva no tradicional. Cuando estoy disparando
fotos, tengo el presentimiento de que algo extraño está a punto de suceder...
Lo que quiero es narrar sentimientos como en las novelas. El lector de las imágenes
tiene la oportunidad de arreglarselas con sus pérdidas y sus hallazgos...
Yo sigo la lógica de los colores cuando combino lugares, personas y objetos.
La cualidad más importante de la fotografía es  su capacidad de evocar emociones.»
Susanna Majuri. 



Susanna Majuri (1978, Helsinki) es una joven fotógrafa finlandesa perteneciente a la Escuela de Helsinki, que se está dando a conocer en el resto del mundo gracias a la labor de la Taik Gallery, una importante galería de arte de Helsinki que aglutina lo mejor de la fotografía finlandesa contemporánea.
Susanna es una rara avis dentro de su entorno, ya que la fotografía finlandesa se caracteriza por su enfoque fuertemente conceptual, en tanto que la obra de Majuri se acerca mucho más al realismo mágico y rápidamente se detecta en ella una fuerte intención narrativa, que ella misma declara en la web de la Helsinki School (de donde he seleccionado la declaración que encabeza este post). Por otra parte su uso del color y la composición determina la estética de su trabajo y con ello obtiene un estilo personal muy reconocible. Navega por un muy particular mundo de sueños y fantasías, donde le gusta crear imágenes de situaciones irreales y fuertemente sugerentes, que nos plantean como espectadores parte de una historia que nosotros mismos debemos imaginar. Por eso Majuri declara que prefiere la imagen fija a la narración cinematográfica, ya que el contenido fuertemente onírico de sus piezas se basa en la irresistible capacidad de atracción que tienen para la mayoría de nosotros los enigmas, o dicho de otra forma, lo incompleto. La imagen del bellísimo cuadro del prerafaelita John Everett Millais de Ofelia, flotando ahogada en las aguas de la corriente tras suicidarse, tiene el inmediato referente de la obra de Shakespeare y nos remite al final de una trágica historia. Sin embargo cuando contemplamos una de estas fotografías nunca sabremos si estamos ante un bello principio o un triste final, lo que nos obliga a entornar los ojos y comenzar a imaginar... ¿Qué hace esa chica vestida de rojo que se adentra en las frías aguas de un mar calmo y sembrado de algas? ¿Va a suicidarse dando fin  a una  triste historia o por el contrario se dirige a una mágica renovación en un mundo acuático y mítico? Nunca lo sabremos, ustedes eligen, y de ahí lo mejor de su encanto. Por todo ello, dentro del particular género de fotografía subacuática que actualmente tanto prolifera por la red, y que explota sistemáticamente el envolvente e irresistible atractivo visual de lo ingrávido y lo cromáticamente armonioso, me ha parecido que la obra de esta finlandesa contiene un importante plus que la diferencia más allá del resto, razón por la cual deberíamos estar atentos a su evolución. Un saludo. 

















© Susanna Majuri



John Everett Millais. Ofelia, 1852. Tate Gallery.

Ruth Bernhard, reverencia atemporal.

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In the box. Ruth Bernhard 1962. 

Ruth Bernhard es la fotógrafa inconfundible de los desnudos femeninos, que potencia con sus fuertes contrastes de luz y sombra, y con la fuerza expresiva del blanco y negro, la silueta y los volúmenes de los cuerpos desnudos de la mujer.
Ruth Bernhard nació en Berlín en 1905 y tras el divorcio de sus padres quedó bajo la custodia del padre que, como diseñador gráfico que era y tipógrafo, influiría en las inclinaciones artísticas de su hija. De hecho Ruth estudió en la Academia de Bellas Artes de Berlín, aunque en 1927 marcharía con su padre a Nueva York. Algunos años después, en 1935, el encuentro casual con el fotógrafo Edward Weston en Santa Mónica, California, le cambiaría la vida, porque desde entonces decide dedicarse al arte de la fotografía de una forma inequivoca, siendo Weston su principal mentor y maestro. Los principios no fueron fáciles, trabajando en encargos de fotografía comercial y de diseño, aunque poco a poco se va especializando en el desnudo femenino, cobrando progresivamente un prestigio que terminará por hacerle un hueco entre los grandes fotógrafos del siglo XX.
Sobre todo por sus estudios de desnudos, siempre de una gran precisión en los detalles y de un purismo casi abstracto en las formas. Tanto, que llegaba a realizar una sola fotografía desde un ángulo concreto, después de recrear minuciosamente una composición, a veces durante días. Ella lo explicaba así: "Mi búsqueda, a través de la magia de la luz y la sombra, es aislar, simplificar y dar énfasis a la forma con la mayor claridad. Mi objetivo es indicar la proporción ideal y revelar la masa escultural y el espíritu dominante". Especialmente de desnudos femeninos, porque como ella decía: "Si he elegido la forma femenina en particular es porque la belleza ha sido degradada y explotada en nuestro sensual siglo XX. La mujer ha sido objeto de muchas cosas sórdidas y baratas, sobre todo en la fotografía. Mi misión ha sido elevar y fomentar la imagen de la mujer con una reverencia atemporal."
De la mano de Edward Weston, Bernhard formará parte del Group f/64, uniéndose a otros fotógrafos de la Costa Oeste como el propio Weston, Ansel Adams, Minor White, Imogen Cunningham, Wynn Bullock y Dorothea Lange. Todos en la misma línea de purismo compositivo y minimalismo fotográfico que ella. Bernhard, además,organizó numerosos talleres de fotografía, impartió clases y publicó varios libros, contándose obras suyas en las colecciones del San Francisco Museum of Modern Art, el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, el Museum of Fine Arts de Houston y el Victoria and Albert Museum de Londres.
( www.historiadelartecreha.com) 

Folding. Ruth Bernhard 1962. 
Classic Torso.  Ruth Bernhard 1952. 
Wet Silk.  Ruth Bernhard 1938. 
Two formas. Ruth Bernhard, 1963.
Caderas. Ruth Bernhard 1975.
Angles. Ruth Bernhard 1969.
Perspectiva II. Ruth Bernhard 1967
Spanish dancer. Ruth Bernhard, 1971.
Ruth Bernhard 1969.
In the box, vertical. Ruth Bernhard 1962.

Ruth Bernhard, n.d.

Ruth Bernhard . En la piscina, 1951.

Ruth Bernhard. Transparente, 1968.


Ruth Bernhard fotografiada por Edward Weston en 1935.






Arnold Newman, el arte del retrato.

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Igor Stravinsky. Arnold  Newman. New York -1946.

Arnold Newman demostró desde su infancia y su adolescencia un pro­fundo talento para el dibujo y la pintura. Después del período escolar, comenzó sus estudios de arte en la Universidad de Miami, que sin em­bargo debió interrumpir por razones económicas. A los veinte años de edad aceptó un puesto en un estudio de retratos de Filadelfia, que iba a convertirse en el primer peldaño de una exitosa carrera de fotógrafo. En sus primeras épocas, Newman concentró su trabajo en la fotografía so­cial y documental, que practicaba en los barrios negros de West Palm Heach, Filadelfia y Baltimore. A comienzos de los años cuarenta se fue especializando cada vez más en el retrato, y llegó a ser un fotógrafo-estrella de artistas, hombres de letras, músicos y otras personalidades de renombre. En ese género, Newman desarrolló un estilo muy personal, conocido bajo la denominación «retrato de ambiente». La expresión designa esa particularidad suya de incluir en el retrato objetos típicos y característicos del ambiente en el que se desenvuelve la persona retra­tada, que remiten a su actividad y su forma de pensar. Newman afirmó a propósito de su trabajo: «Yo no me intereso demasiado por el aspecto puramente documental. Por el contrario, prefiero reflejar las impresiones que me produce cada individuo, por medio de ese lenguaje en permanente evolución que es la fotografía.» 
(Marianne Bierger-Thielemann)

Leonard Bernstein, Philharmonic Hall, New York, 1968

Josef Albers, New York 1948.

Manuel Álvarez Bravo. New York

Piet Mondrian. NY, 1942

Jean Dubuffet. Vence-France 1951. Arnold Newman

Roy Lichtenstein. South Hampton. Arnold Newman

Ieoh Ming Pei, architech.  Arnold Newman 1967.

Marilyn Monroe. Arnold Newman.

Grandma Moses Eagle-Bridge. Arnold Newman.

Ruth Bernhard, 27 January, 1997 -by Arnold Newman



William Klein, el ojo iconoclasta.

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Evelyn Tripp, Paris, 1958 © William Klein

Más que un simple rebelde, el norteamericano William Klein fue un autentico iconoclasta de mediados del siglo XX que, desde la cima del mundo de la fotografía de  moda,  dedicó el mayor de sus empeños a, no romper, sino dinamitar moldes. Sus trabajos fotográficos realizados durante las décadas de los cincuenta y sesenta son una negación sistemática de todas y cada una de las reglas de la fotografía imperantes en aquella época, abriendo con sus refrescantes imágenes nuevos caminos, a los que, para bien o para mal, nuestro cansado ojo del siglo XXI ya está acostumbrado, pero que en su momento resultaron sustancialmente sorprendentes, cuando no provocativos.
Como muchos otros grandes fotógrafos, Klein recibió una formación de pintor, más concretamente en París, y allí comenzó su carrera artística en 1948, en un momento en el que, agotadas las vias de las vanguardias históricas, la ciudad de las luces veía perder su trono de capital mundial del arte en favor del gran hermano americano. En otras palabras, ser pintor en París ya no era lo mismo que unas décadas antes, cuando Picasso era Dios. Tal vez por eso, o por simple casualidad, a comienzos de los años cincuenta descubrió su pasión por la fotografía. Aunque en un principio la utilizó como un medio de expresión abstracto, casi como una extensión de la pintura, muy pronto descubrió y se sintió fascinado por sus posibilidades de investigación del mundo real. En 1954, Alexander Liberman, el director artístico de «Vogue», contrató al joven artista para su revista. Así co­menzó la meteórica carrera de de Klein como fotógrafo de moda, en cuyo transcurso no pudo librarse jamás de una perenne actitud ambivalente e irónica, rozando en ocasiones la irreverencia, aunque esto es algo que los franceses suelen encajar bien (trés chic). Su intención no fue en ningún momento continuar con las poses mundanas de la fotografía de moda, sino «hacer auténticas fotos, barriendo con los tabús y los clichés.» 
Durante su particular década prodigiosa, Klein empleó, deliberadamente y a fondo, toda cuanta técnica pudiera considerar de ayuda en su frenética carrera de experimentación: el gran angular y el teleobjetivo, insólitos efectos luminosos y de flash, el desenfoque intencionado causado por el movimiento... Aunque trabajó para «Vogue» hasta 1966, Klein no consideró nunca su verdadera vocación la fotografía de moda, sino más bien lo que él llamaba «sus fotos serias». Con ello se refería a los reportajes fotográficos, crudos y sin compromisos, que realizó en las grandes ciudades como Nueva York, Roma, Moscú y Tokio, y cuya publicación en libros le reportó un notable éxito. 
Klein abandonó (en nuestra modesta opinión, por desgracia) la fotografía en 1961, para dedicarse al cine, mundo en el que, tal vez por su compromiso político y las insólitas puestas en escena de sus obras cinematográficas fue confinado a una posición marginal. Retornó a la fotografía a comienzos de los años ochenta, pero su gran momento ya había pasado. Por fortuna siempre nos quedarán sus magistrales imágenes en la retina. Un saludo.



Cinecittá, Roma, 1959 © William Klein

Affiche de cinéma, Tokyo, 1961 © William Klein

Pistola, New York, 1954 © William Klein

Bikini, Moscú, 1959 © William Klein

Club Allegro Fortissimo, Paris, 1990 © William Klein

Harlem, New York, 1955 © William Klein

Brooklyn, New York, 1955 © William Klein

Cercanías del puerto, New York, 1955 © William Klein

Elsa Maxwell’s Toy Ball at the Waldorf, New York, 1955 © William Klein

Simone Daillencourt, Capucci, 1960 © William Klein

Paris,1960 © William Klein

Kiev Station. Moscú 1959 © William Klein

Dance Happening, Tokyo 1961 © William Klein

Moscú 1959 © William Klein

New York, 1955 © William Klein

Anouk Aimée and cigarette holder. Paris 1961 © William Klein



Un disparo: luz.

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Torre de Hércules, A Coruña. ©Jesús Risueño


Robert Doisneau, la mirada feliz.

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"Hay días en que el mero hecho de mirar infunde una felicidad absoluta. Te sientes tan pletórico que te parece disfrutar de un júbilo excesivo y necesitas compartirlo"

Educado para ser grabador y tipógrafo, el casi parisino Robert Doisneau (Gentilly, cerca de París, 1912- París 1994) recaló en la fotografía independiente tras un breve paso por el mundo de  la litografía, sintiendo según sus propias palabras de forma inmediata que aquello se acercaba muy satisfactoriamente a sus propias inquietudes artísticas. Autodidacta en gran medida, fue introducido en el mundo de la fotografía como arte por André Vigneau: "Cuando yo empecé, nadie conocía a nadie. No había revistas que difundieran la obra de los fotógrafos más interesantes. Por eso la única persona que me influyó fue Vigneau. Era formidable: escultor, pintor, fotógrafo..."Sin embargo la guerra y los nazis ocupando su bella y querida ciudad acabaron de manera prematura con sus planes. Robert se alistó a la resistencia y participó activamente en la misma. Tras la terrible contienda podemos suponer que la economía parisina no estuvo para grandes alegrías, así que Doisneau tuvo que renunciar a la independencia de su estudio y, gracias a su indudable calidad técnica como fotógrafo más algún que otro contacto, entró a formar parte de la nómina de la revista Vogue, para la cual trabajó durante largos años. Quién lo diría...
En Vogue Doisneau tuvo a su alcance las mejores modelos de moda y la más alta sociedad parisina, pero visto el resultado uno se imagina a nuestro particular héroe repitiendo las míticas palabras de Red Buttler al final de Gone with the Wind:"francamente querida: me importa un bledo". Menos que un bledo. Doisneau, despreciando las oportunidades únicas que la famosísima revista le ofrecía concentró todo su tiempo libre en su única obsesión: mirar la vida al pasar. Mirar la calle, la gente llana descansando feliz a orillas del Sena, paseando al perro, bailando el 14 de julio, mirando escaparates,  bañándose en el río, bebiendo en los bares, tomando copas en los clubes de jazz... Y luego, los niños. Niños estudiando en la escuela, jugando y callejeando pletóricos en plena libertad en la gran urbe como hoy día ya no es ni imaginable (qué lástima...) En definitiva, haciendo, como sólo los grandes genios de la fotografía son capaces, del voyeurismo una profesión. Y es que todo fotógrafo es en esencia un voyeur impenitente (quede claro que no me refiero en absoluto a las connotaciones sexuales del término), un voyeur, que no mirón, que disfruta hasta el paroxismo observando el espectáculo insuperable de la vida bullendo en plena calle. Si además tenemos una cámara (ojo, una Leica), ese mágico objeto que nos permite compartir e inmortalizar nuestra mirada, y un dedo preciso que dispara en el instante exacto, qué más se puede pedir...
Doisneau fue junto a Brassai y el propio Henrí Cartier-Bresson, el máximo exponente de lo que en términos oficiales se ha venido en denominar fotojornalismo o fotorreportaje y que yo, en mi afán por lo sencillo y claro, prefiero llamar simplemente fotografía de calle. Vamos, tomarle el pulso a la ciudad, que diría un porteño. La quintaesencia de la fotografía, se mire como se mire.
La fama le llegó de la forma más inesperada en 1950 de la mano de una singular fotografía. La revista America's LIFE quería un reportaje sobre el aspecto romántico de la capital francesa y le encargó el material gráfico. Surgió así el "Beso frente al Hotel de Ville", sin duda una de las imágenes más famosas del siglo XX, repetida y posterizada hasta la saciedad. La toma muestra una pareja (jóvenes actores amigos que Doisneau se encontró casualmente en el café) besándose apasionadamente frente al Ayuntamiento ante la gente que pasa impertérrita por su lado. Todo el mundo interpretó que era lo que en el argot fotográfico denominamos un "robado", esto es una imagen espontánea captada sin que los protagonistas se percaten, así que se convirtió inmediatamente en un icono del París más encantador y romántico de la historia. Se hizo un cartel de la misma que vendió, tomen ustedes nota, más de medio millón de ejemplares. Ni que decir tiene que el autor no se molestó en aclarar el malentendido y disfrutó (muy merecidamente en mi opinión) de los réditos que le produjo, hasta que una pareja de sinvergüenzas estafadores le denunciaron en los años noventa exigiéndole una indemnización como pretendidos protagonistas involuntarios de la escena, lo que obligó a Doisneau a contar ante el juez con pelos y señales la realidad de como se había gestionado la fotografía. No solo eso, sino que además la actriz protagonista real aprovechó el revuelo para exigir también su parte del pastel con cuarenta años de retraso, forzando al fotógrafo a demostrar que ya había cobrado lo estipulado en su momento. Todo un ejemplo de la miseria humana.
Sin embargo aunque sea su imagen más famosa no es, en mi modesta opinión, su mejor obra ni mucho menos. El propio Doisneau decía de ella con un entusiasmo descriptible: "No es una foto fea, pero se nota que es fruto de una puesta en escena, que se besan para mi cámara."Personalmente no puedo estar más de acuerdo, sobre todo porque el resto de su obra desborda a manos llenas lo que a esta fotografía le falta: espontaneidad, frescura, veracidad, ironía y encanto a raudales. Sumergirse en su extensa obra, como hacerlo en la de su compatriota Cartier-Bresson, supone pasear con ojos prestados por otro tiempo y otro lugar, emocionarse, sonreír, sorprenderse... en definitiva, darse un baño de vida.
Como siempre mi recomendación final: consigan un libro o simplemente busquen en Internet, si no lo conocen o lo conocen poco les aseguro que les fascinará tanto como  todos los que amamos este bello arte de captar lo fugaz e irrepetible.  Y perdonen la extensión, hacía ya demasiado tiempo que no podía dedicarle mi atención a este blog, que espero a partir de ahora vuelva a recuperar su pulso tras un largo parón absolutamente involuntario. Un cordial saludo, amigos



Robert Doisneau. La mirada de soslayo. París, 1948.

Robert Doisneau. La mecanógrafa. París 1947.

Robert Doisneau. Cabriolet. París 1939

Robert Doisneau. Escaparate. París 1948

Robert Doisneau. Le Baiser Blotto. Paris 1950.

Robert Doisneau. Beso fente al  Hotel de Ville. Paris 1950.

Robert Doisneau. Au Cafè Saint Yves. Paris 1948

Robert Doisneau. El Infierno. Paris 1952.

Robert Doisneau. París 1949.

Robert Doisneau. Coco, 1952

Robert Doisneau. 14 de julio en Paris. 1955.

Robert Doisneau. Niños en la Plaza Hebert. París 1957

Robert Doisneau. 1952. Créatures de Rêves.

Robert Doisneau. Mademoiselle Anita. Paris 1951.

Robert Doisneau. Pierna. Paris 1968.
Doisneau 1978. Les tabliers de la rue de Rivoli


Robert Doisneau

André Kertész, maestro de maestros.

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                     "Todos pueden mirar, pero no siempre ven. Yo nunca calculo ni considero:
 veo una situación y sé cuando está bien"
André Kertész


"Inventemos lo que inventemos, Kertész siempre fue el primero".
Henrí Cartier-Bresson

André Kertész... No me gusta nada usar la palabra genio, pues considero en mi humilde opinión que la profusión desmedida en el uso de  este concepto (con la consecuente obligación de originalidad a toda costa y un punto constante de adanismo) es uno de los factores que más ha perjudicado al arte en general desde las vanguardias hasta nuestros días, especialmente en lo que al arte contemporáneo se refiere. No se puede construir un arte a base de genios exclusivamente, pues este es un tipo de rara avis que pone en cuestión los lenguajes y abre brechas y caminos que es necesario que otros sigan, exploten y mejoren. Recuerdo ahora a un sabio profesor de la escuela de arquitectura que nos explicaba con paciencia que tener una idea, una verdadera idea (que no fuera copia, o inspiración para ser politicamente más correctos) estaba reservado a los verdaderos artistas, vamos a los maestros. Tener dos ideas es ya traspasar el umbral de la genialidad. y más de dos ideas originales auténticas constituye una proeza reservada a auténticos visionarios, genios genuinos que, dicho sea de paso, transitan por la historia del arte de forma irregular y a veces furtiva, dejando ocasionalmente largos periodos de sequía absoluta.

Ustedes sabrán perdonarme esta, tal vez innecesaria, disgresión inicial, debida sin duda al particular estupor que me causa el hecho de que cada vez que pienso en Kertész o tengo la suerte de descubrir una nueva imagen suya me venga a la mente, aderezada con un cierto grado de envidia  la misma detestada palabra, que seguramente ya habrán adivinado: genial. Porque si alguna vez ha habido un genio en fotografía fue sin duda este húngaro de cara risueña, curiosidad sin límites y obsesión por la innovación formal y la perfección compositiva como de él dijo Brassai. Cartier-Bresson le profesaba una admiración reverencial y lo reconocia como el creador más original de su época, alguien que se adelantaba un paso a todos los demás, incluido a él mismo... y eso ya es mucho decir.

Andor Kertész (que ese era su verdadero nombre) nació 1894 en Budapest, cuando esta ciudad aún pertenecía al Imperio Austrohúngaro y murió en Nueva York en 1985. Al quedarse huérfano su familia planificó para él una segura vida de corredor de bolsa, pero sus inquietudes artísticas (en principio le atraía ser ilustrador gráfico), su insaciable curiosidad y el azar (parece ser que encontró un manual de fotografía se cree que de su padre olvidado en el desván de su casa) pronto le llevaron a iniciarse en el mundo de la fotografía de forma autodidacta. Adquirió su primera cámara, una ICA rectangular, en 1912 y decidió dedicarse seriamente a la fotografía. Al estallar la Primera Guerra Mundial en 1914 sirvió en el ejército austro-húngaro, pero fue herido y permaneció un año paralizado, primero en un hospital militar de Budapest y después en Esztergom donde comenzó a interesarse por las distorsionadas imágenes de nadadores bajo el agua. Después de la destrucción de la mayoría de sus negativos en la revolución húngara de 1919, decidió retornar a su trabajo en la Bolsa de Budapest, pero afortunadamente para nosotros esta decisión le duró apenas un par de años. La Sociedad Húngara de Fotografía le otorgó una medalla y un diploma de honor en 1923 y retornó a su idea de ser exclusivamente fotógrafo.

A partir de 1925 emigró a París, donde tuvo que vender fotos por 25 francos para poder subsistir y conoció a lo más florido de las vanguardias artísticas del momento, incluyendo a los dadaístas, Piet Mondrian y Alexander Calder. En esa época comenzó su colaboración con diversas publicaciones como el «Frankfurter lllustrierte», «Berliner lllustrierte», «Nationale do I I" renza», «Sourire», «Uhu» y «Times». Es en París donde realizó su famosísima serie de distorsiones enfrentando desnudos femeninos con un espejo curvo de circo e inició otras series como la de Lectores que se habrían de extender durante décadas. Su primera exposición individual tuvo lugar en 1927 y en 1928 conoció a Brassaï, a quien inició en la fotografía. Ese mismo año Kertész adquirió su primera Leica y realizó reportajes para la revista «Vu», iniciando un febril nuevo método de trabajo callejero con su nueva y ligera cámara de 35mm en mano que le ganaría el reconocimiento como padre del fotojornalismo, del que Cartier-Bresson, Brassai o Robert Doisneau entre otros harían casi una religión que aún hoy se profesa en el mundo de la fotografía.

Contrajo  matrimonio en 1933 con su antigua novia, la también húngara Elisabeth Sali que habría de servirle como modelo en muchas de sus fotografías, incluidas las de la serie Distorsiones, y publicó su primer libro sobre niños. Tres años más tarde emigró a Nueva York, donde firmó un contrato con Keystone. En 1937 inició su colaboración con «Vogue», «Harper’s Bazaar», «Collier’s», «Coronet» y muchas otras revistas. Obtuvo la nacionalidad norteamericana en 1944. Trató de recuperar los negativos dejados en París, pero más de la mitad se perdieron durante el transporte.

De 1949 a 1962 trabajó frecuentemente para las Ediciones Condé Nast, pero después de recuperarse de una grave enfermedad, Kertész decidió rescindir todos los contratos y trabajar como fotógrafo independiente. Entre otras distinciones, recibió el título de Doctor honoris causa del Royal College of Art, así como la Legión de Honor de la República Francesa. Muchas de sus fotografías, como por ejemplo El tenedor, el Nadador de Esztergom, El banco roto o El estudio de Mondrian, entre otras, se cuentan hoy entre las más influyentes en la historia de la fotografía. A pesar de todos estos reconocimientos y de que toda cuanta crítica recibió en su carrera fue decididamente favorable, Kertész mantuvo hasta el fín de sus días con una indudable carga de amargura que su obra no había sido reconocida ni comprendida. Pero a alguien capaz de hacer una obra maestra con un sencillo tenedor (y ser el primero), se le perdona esto y más. ¿Verdad señores?


André Kertész. Tenedor. París 1928.

André Kertész, 1917 Underwater Swimmer, Esztergom.

André Kertész. Bocskay Tér, Budapest,1914

André Kertész. Escaleras en Montmartre, 1925.

Andre Kertesz, Marionettes, 1925-36

Andre Kertesz, Mondrian's Glasses and Pipe-1927

Chez Mondrian. André Kertész 1926.

André Kertész. Sillas de París 1927.

André Kertész. París 1928.

André Kertész. Carrefour. París 1930.

André Kertész. La Tour Eiffel, 1929.

André Kertész - Place de la Concorde, París, 1928.

André Kertész. Sombras, 1931.

André Kertész 1927-8. Mercado de animales de Saint Michelle, París.

André Kertész. Serie Lectores, 1928.

André Kertész. Lectores. Carnaval en París, 1926.

André Kertész 1930. Adivina.

André Kertész, Paul Arma's Hands, 1928.

André Kertész. Serie Distorsiones,1932-33.

André Kertész. Serie Distorsiones,1933.

André Kertész. Serie Distorsiones, nº 40, 1933.

André Kertész. Serie Distorsiones,1933.

André Kertész. Serie Distorsiones, nº 6,1932.

André Kertész. Elizabeth and me. 1933.

André Kertész. Dubonnet, 1934.

André  Kertész 1949. Sombra y león.

André Kertész. Les mains de Coco Chanel, 1938

André Kertész. Washington Square 1954.

André Kertész. La garza real, 1969.

André Kertész. Serie Lectores, 1964.

André Kertész. Banco roto. NY. 1962.

André Kertész. Martinique 1972.

André Kertész. Desde mi ventana. NY. 1972.

André Kertész. Toronto 1981.


André Kertész (derecha) y Robert Doisneau, 1975.



Brassai, el ojo nocturno

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"La noche sugiere, no enseña. La noche nos encuentra y nos sorprende por su extrañeza;
 ella libera en nosotros las fuerzas que, durante el día, son dominadas por la razón"
Brassai.

"Brassaï es el ojo de París"
Henry Miller.

Al igual que André Kertész, Brassai (1899-1984), cuyo nombre real era Gyula Halász, era originario de Hungría. De hecho su sobrenombre artistico, con el que ha pasado a ocupar un puesto relevante del particular cuadro de honor de la historia de la fotografía, proviene del nombre de su ciudad natal Brasso. Estudió Bellas Artes en Budapest primero y luego en Berlín, donde conoció a su también compatriota Laszlo Moholy-Nagy, Vasily Kandinsky y Oscar Kokoschka entre otros, si bien en aquel tiempo no había aún descubierto su vocación por la fotografía. En 1924 se trasladó a París para ejercer el periodismo y alli se topó con Eugéne Atget y el ya mencionado Andor Kertész, que le inocularía definitivamente el veneno de la cámara. Ambos, Atget y Kertész, serían para Brassai un punto de referencia constante y no descubrimos nada al afirmar que en muchas de sus obras es fácil descubrir su impronta, sobre todo la del último. Sin embargo su pertinaz interés por reflejar el aspecto nocturno de las calles de París y los peculiares personajes que habitan sus noches de forma cruda y directa pronto le proporcionaron una voz propia en la rica microesfera que en los años 30 del pasado siglo constituían los fotógrafos afincados en la capital francesa.
Efectivamente Brassai comenzó a fotografíar las calles y plazas desiertas de París a principios de los años 30 del pasado siglo durante sus prolongados paseos nocturnos. El aspecto fantasmagórico de las, de día atestadas calles a la luz artificial de las farolas y la extraña apariencia de las imponentes arquitecturas que bajo este prisma adquieren un singular parecido a escenarios cinematográficos fascinaron a Brassai que además consideraba todo un reto realizar, con los medios de aquella época, exposiciones correctas en condiciones tan limitadas de iluminación. Paralelamente a ello se despertó el lógico interés por los peculiares personajes que habitaban la vida noctámbula (prostitutas, bailarinas, amantes ocasionales, bebedores, vagabundos, clientes habituales de los locales nocturnos...), que pronto se convirtieron a su vez en motivo protagonista de su obra. Fruto de todo ello apareció en 1933 su famosísimo libro "París después de medianoche", que le valdría un reconocimiento inmediato en el mundo de la fotografía. En este libro se incluía entre otras la fotografía de Bijou de Montparnase, un descarnado retrato de una ya envejecida dama de la noche, cargada de maquillaje y estrafalarios abalorios que es sin duda una de sus imágenes más famosas (aunque su aparición en el libro le costase un serio disgusto con la dama en cuestión que al parecer hubo de arreglar por la vía pecuniaria).
Posteriormente Brassai, convertido ya en un icono de la fotografía parisina comenzó a colaborar con la revista "Minotaure", lo que le valió para contactar con numerosos artistas: pintores, escritores, poetas surrealistas... Contactos importantes que aumentaron aún más al empezar a trabajar en 1937 para "Harper's Bazaar". Muchos de estos artistas claves en la historia del arte del siglo XX tienen hoy entre sus retratos más famosos aquellos que les realizó para estas publicaciones el fotógrafo húngaro. Además comenzó a interesarse por fotografiar los primeros grafitis de los muros de París de los que dejó una muy interesante serie. Abandonó definitivamente la fotografía en 1962 al romper su contrato con la última de las publicaciones mencionadas.
Henry Miller, que conoció a Brassai cuando este preparaba su libro sobre la noche de la gran ciudad dijo de él que era "el ojo de París". Dificil y honroso título en una ciudad en la que habitaban por aquel entonces personajes como Kertész, Atget, Cartier-Bresson, Doisneau, Man Ray... Pero tal vez en aquel justo momento el escritor norteamericano tenía toda la razón al hacer tal afirmación y Brassai, con su pasión de voyeur noctámbulo, era justamente el artista que la ciudad de las luces requería en ese preciso instante. Si es cierto el dicho de que hay un lugar y un momento exacto para cada artísta y que es tarea fundamental de este encontrarlo no hay duda de que Brassai, con su fascinante legado fotográfico dió de pleno en la diana. ¿No les parece? Buen domingo, amigos.

Brassai. París después de medianoche. 1930s

Brassai. París después de medianoche. 1930s

Brassai. París después de medianoche. 1930s

Brassai. París1934. Le pillar du metro corvisart

Brassai. Venue de l'Observatoire dans le brouillard, Paris, 1934

Brassai. Prostituta en la Rue_Quincampoix,1931.

Brassai: Gisèle à "La Boule Blanche". Montparnasse 1934.

Brassai. El billar ruso. Boulevard Rochechouart, Montmartre 1932

Brassai. París después de medianoche, 1932.

Brassai. París después de medianoche. 1930

Brassai. París después de medianoche. 1930
Brassai. París después de medianoche. 1930

Brassai. Henry Miller, París 1931.

Brassai. Anais Nin, París 1932.

Brassai. La Cartomancienne, 1933.

Brassai. La prostituta Bijou de Montmartre, 1933.

Brassai. Gárgola de Notre Dame, París 1933.

Brassai. Sillas en el Jardín de las Tullerías, París 1934.

Brassai. Henri Matisse y su modelo, 1939.

Brassai: Picasso in his Studio Rue des Grands-Augustins, Paris, 1948

Brassai. Paulette et André. 1949.

Brassai. Grand Central Station, New York 1957.

Brassai 1930s.




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